Esta moda de referendo, consultas populares y demás mecanismos de la democracia, parecieran indicar que existe una confusión en los países de América Latina sobre la importancia del largo plazo y la continuidad y quienes lo hacen posible. Los ciudadanos, no debemos olvidar, que la democracia se fortalece garantizando la continuidad de la visión y los planes, es decir, de las instituciones y no de los caudillos.
Vale la pena evaluar, en el modelo de elección, si la reelección debe permitirse limitando el número de veces a 2 ó 3 periodos, o bien, si debe alternarse, o porque no, mejor aún, ampliar el periodo a 1 ó 2 años más, con un mandato de revocatoria a la mitad del camino. O bien, apostarle al fortalecimiento de las instituciones y el cumplimiento de la Ley. Y entonces, quien nos gobierne deje de ser relevante y de una vez por todas acabemos con la presidentitis ad eternum.
Estoy segura, que los latinoamericanos podemos, y debemos salir adelante, descubriendo esa libertad interna la que nos lleva a no quedarnos en silencio y construir mejores sociedades.
La capacidad de los seres humanos para edificar y crear es incuestionable. Y puede que Venezuela hoy este ya pagando un alto costo, el de perder una o dos generaciones, pero no ha perdido, su mayor valor -su gente, sus hijos- que, como lo han demostrado antes, tienen la pasión y el compromiso para reconstruise a si mismos y no perder su nación.
Venezuela y los venezolanos, merecen un futuro mejor, uno lleno de prosperidad. Una cosa es continuidad, compromiso y visión de largo plazo y otra muy diferente es perpetuidad.
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